Martha Delia Valencia Velasco, de Casago Rocky Point, es encantadora con todos los que la conocen. Con más de 20 años de experiencia como camarista en Casago, saluda cariñosamente a todos con un “¿Cómo estás, muñeco? …mi hermosa, mi hija”.
La radiante sonrisa así como la risa contagiosa de Martha, junto con su asombro al recordar las muchas historias que ha vivido con Casago, facilitan entenderla mientras se disculpa por su tartamudez intermitente. Su admiración por Steve Schwab, fundador de Casago (anteriormente SeaSide), es palpable. También lo son sus vívidos recuerdos de su trabajo en la empresa.
A lo largo de las décadas, Martha se ha mantenido firme en su compromiso de realizar bien su trabajo. Esto le ha permitido aprender y descubrir un nuevo aprecio tanto por su familia cómo por sus compañeras de trabajo.
Llamada a la hospitalidad
Originaria de Guadalajara, Martha y su familia llegaron a Puerto Peñasco en 1992. Antes de agarrar trabajo en la limpieza, Martha conocía bien la hospitalidad, ya que había trabajado brevemente como bartender. Al explorar otras oportunidades, Martha comenzó a trabajar como camarista en los condominios Marina Pinacate, donde Esthela Hernández era la gerenta.
Fue por esa época, cuando Esthela dejó su puesto en los condominios Pinacate, que Martha conoció a Steve Schwab. Como ella lo describe: «Fue entonces cuando Steve empezó con Cyndi’s Beach Rentals en la oficina junto a las pizzas (en Blvd. Juárez)… Ya por fecha, olvidense, pero si, yo me acuerdo de todo, pero las fechas casi no. Steve se separó de otros dos socios y formó SeaSide, y las oficinas estaban en la plaza frente al Pinacate».
A medida que las empresas cambiaban, Steve intervino y le ofreció a Martha trabajo en SeaSide. «Me siento orgullosa», le brillan los ojos, «porque me ofreció trabajo, yo no vine a pedirselo, o sea éll mismo. no lo pedí. Me dijo: ‘Si gustas ir a trabajar en mi empresa, tienes la puerta abierta.»
En la historia de Casago en Puerto Peñasco, esto habría sido en 2003, cuando otra empresa de administración de propiedades desapareció de la noche a la mañana. Martha recuerda: «Fue en diciembre, faltaban días para Navidad. Entonces fue Steve a apoyar a los empleados, ya mí, para que no nos quedáramos sin trabajo y para no cancelar las rentas. Algunos dueños ayudaron con Steve con despensas, ya que éramos bastantes.»
Primeras Impresiones
Curiosamente, Martha conoció primero a la mamá de Steve. Martha recuerda que acompañaba a su hija, cuando estaba en la secundaria, a los parques de casas rodantes junto a la playa para vender coronas artesanales que le había enseñado hacer en la escuela. Guarda buenos recuerdos de haber conocido a la madre de Steve, y comenta: «Fue muy amable, nos pasó, nos dio agua… Steve viene de una buena madera».
La primera impresión que Martha tuvo de Steve la sorprendió incluso a ella misma al verlo dirigir la empresa. «¡Guau!», suspira, «tenía una impresión muy diferente de los gringos… pero ya cuando lo observaba y veía cómo era él realmente… su prioridad era el trabajo, la honradez, el respeto y la tolerancia».
Se centra en una experiencia de los primeros días en los condominios Princesa de Peñasco. Steve había reunido a todo el personal en la casa club para hablar, a través de un intérprete, sobre la importancia de ser honestos, tener en cuenta a los propietarios y no abusar de su confianza. «Me dio una buena impresión de él», detalla, «que nos reuniera a todos para hablar directamente con nosotros.»
En otro ejemplo, describe cómo en ocasiones hacía horas extra por las tardes lavando ropa de cama en la lavandería detrás de la oficina principal, cerca de los condominios Pinacate. No está segura de si él se dio cuenta de que ella estaba allí, pero Martha recuerda observar con astucia a Steve trabajar hasta tarde.
«Una vez, Steve estaba trabajando, ¡y me impresionó! ¡Cuánta admiración! Estaba trabajando y tenía el portabebés de su hijo junto a él mientras trabajaba; el niño lloraba y él se agachaba para darle el chupete, o luegole hacía así (haciendo un gesto de mecerlo). ¡Guau! Me impactó mucho porque para mí los gringos son fríos y no tan amorosos, pero por él ya aprendí que sí, eso me impactó. Aprendí gracias a él”.»
Martha estaba igualmente impresionada por la tenacidad de Steve, y explicó que cuando sabía que había un dueño, agarraba su portafolio y tocaba puertas, para ofrecerles sus servicios. «Lo digo porque yo lo vi con nuevos dueños», confirma.
Una dosis de humor
Martha empieza a reírse mientras recuerda los primeros días, susurrando: «Algunos le decían…yo no… pero los chicos le pusieron un apodo. Le decían el chanclón, pero él no traía chanclas, él usaba unos huaraches que se le veían más grandes que el pie. Bueno, y a todos los gringos se les pasan esto mismo …siempre, siempre… He visto gringos con huaraches y sus dedos le quedan aqui (señala). Pero él era muy feliz con sus huaraches, sus huaraches que le quedaban demasiado grandes; era muy feliz».
Son numerosos los ejemplos de cómo Martha interactuaba con el fundador de Casago a lo largo de los años. Una vez, él la presentó a un propietario y le preguntó qué le parecía el nuevo condominio. Sus ojos se fijaron rápidamente en un espejo con un marco de madera artesanal que parecía como un ranchito, que le encantó. Igualmente notable era un baúl grande y pesado en la sala, que no le pareció tan atractivo. Ella le dijo al dueño en su mejor inglés: «This is not good for here, because maybe it’s a problem for the guests, for the kids» (Esto no es bueno para aquí, porque tal vez no sea bueno para los niños…)
Martha se ríe mientras cuenta la historia: «El dueño me dijo: ‘No, todo lo que está aquí está bien’, y el jefe nada más me miró. ‘Ah, sí, todo es precioso’, dije. ¡El jefe jamás me volvió a llamar, jaja!».
Ya se vendió este condominio, y el espejo con el marco se fue con él. «¡Pero adivina qué se quedó!”, exclama. “¡Ese baúl! Y nunca le ha pasado nada con los niños. ¡Sigue ahí!».
Martha Delia Valencia Velasco: La Narradora Observadora
Martha es una narradora de corazón. Sus relatos están llenos de observaciones, con toques de humor y tangentes, y mantiene una firme dedicación a Steve y a la empresa.
«Le decia», detalla, «Usted va a hacer algo grande aquí, por su tenacidad de ir y tocar puertas». Empieza a reír: «Ya no toca puertas, ahora todo es por videollamadas; ya no camina tanto, pero a veces todavía usa sus huaraches».
Este mismo espíritu alentador se refleja en cada expresión cariñosa de “muñeco, muñeca, chiquito” que Martha usa para dirigirse con cariño al personal de la empresa: «Aunque no los conozca bien, me gusta ser amable y les digo, tanto a los hombres como a las mujeres, que todos son hermosos. Siempre les he dicho: ustedes valen mucho, confíen en lo que son y en lo que ustedes pueden dar. No son menos que nadie; puede haber otra persona igual que ustedes, pero nunca más que ustedes.»
A lo largo de los años, como camarista en Casago, Martha ha visto pasar generaciones. Recuerda con nostalgia cómo, en una época, la empresa entregaba premios y pines al personal según los comentarios de los huéspedes. «Ay, por cierto», suspira, «perdí los dos pines, yo tenía dos, y no sé decirte bien cómo eran, ya que no distingo bien las figuras, pero tenía dos».
Relata cómo su hija era una de sus asistentes, cómo su madre se unió al equipo de Casago al quitarse 10 años de edad, y cómo sus compañeras de trabajo se unieron con actividades para ayudarla en un momento crucial. Martha también detalla brevemente cómo la Mexico Children’s Foundation, fundada por Steve, ha ayudado a las familias de compañeros de trabajo con problemas médicos. Describe cómo Steve hacía una caminata para recaudar fondos desde Phoenix hasta Puerto Peñasco para la Fundación, y cómo formó parte de un grupo que fue a recibirlo un año, junto con el alcalde de aquel entonces.
La Capacitación y Educación Continua
Para Martha, trabajar en Casago ha sido un proceso de aprendizaje continuo. Esto ha incluido cursos de capacitación sobre estándares de limpieza, atención al cliente, registro de inventario y creación de órdenes de trabajo, así como la tarea de adaptarse a la tecnología en constante evolución.
«Bendita sea la tecnología», comenta Martha mientras toma su iPad. «Cuando nos dieron esto, yo estaba ya más grande y no sabía cómo usarla, batallaba mucho. Pero tenía un buen compañero, Octavio, que tuvo la paciencia y me enseñó. Antes era tomar fotografìa, meterse a la computadora con un cable para bajar las fotos, pero ahora podemos usar nuestro teléfono o esto, aunque el iPad ya no es obligatorio».
Además de la capacitación práctica sobre los estándares de Casago y el uso de la tecnología, Martha reflexiona sobre las juntas para hablar sobre cómo se siente el personal con respecto a la empresa y a las personas con las que interactúa. Señala que la cultura de respeto, que ha observado en las acciones de Steve, se ha transmitido a sus compañeros.
Observando el corazón
Martha recuerda, en particular, cómo sus compañeras le mostraron su solidaridad al enterarse de que tenía que tomar un costoso tratamiento médico para combatir los problemas de visión y nervios que padecía. «Aunque no veía bien, lo que sí vi fue la solidaridad de algunos dueños y de algunas de mis compañeras, mis compañeros de trabajo. Pude ver cómo la forma de ser de Steve se transmitía a través de sus acciones».
«Fue una época difícil. O sea en este momento yo sentía que se me cerraba el mundo. Pero yo no quise dejarme caer», explica. Comenta que siguió trabajando a pesar de todo. «Como iba al trabajo, algunas de mis compañeras no creían que yo no veía. Pero yo sabía hacer todo con la memoria. Fue entonces cuando mi hija también vino a ayudarme y checaba todo lo que yo hacía. Mi hija pidió un permiso en la escuela en San Luis Río Colorado, donde estudiaba Negocios Internacionales. ¡Cuánto me gustaría tener feria para así poder ayudarla y compensarla por todo!».
Cuando Martha habla de las preocupaciones que tenía con su visión hace una década, reitera que siguió trabajando. A veces, esto implicaba supervisar a sus asistentes. Sus vívidas descripciones no pueden evitar pintar una imagen, creando un ambiente un tanto melancólico.
«Haz de cuenta, como cuando va a llover, que se nubla todo y que no haya sol, pero podía sentir el sol», recuerda.
Cuando volvió a ver al médico, intentó explicar que no se trataba de visión borrosa. Más bien, temía estar perdiendo la vista. «Era como estar en un cuarto sin puertas, sin ventanas, ni luz. Era así, no podía ver la luz».
A medida que avanzaba el tratamiento y recuperaba la visión, aún tenía un velo. «Haz de cuenta estar en un campo iluminado solo por la luz de la luna», describe. «Aunque ahora», dice riendo, «veo las cosas en blanco y negro, como las televisiones antiguas».
Legado de aprendizaje
En las historias de Martha se entreteje una clara admiración por la empresa en la que lleva 20 años. Mucho más que eso, es un ferviente respeto por el fundador de la empresa y por lo que ha aprendido al formar parte de Casago.
Mientras se repasa sus coloridos recuerdos, Martha reflexiona sobre cómo Casago sigue creciendo. También recuerda las palabras que le dirigió al fundador de la empresa poco después de que él había empezado en Puerto Peñasco.
«Cuando lo veo, recuerdo lo que le dije. Todavía lo observo y veo lo tenaz que es. Y ahora, la empresa está engrandeciéndose aún más en otras áreas”.
«Sigo trabajando, y con gusto», concluye. «Trabajo no me gusta, pero como hay cómo, lo tengo que hacer con gusto. Lo tengo que hacer con gusto, porque si no lo hago así no lo puedo hacer bien».
«He aprendido muchísimas cosas en esta empresa», resume. «Aprendí a ser tolerante y a conocer a las personas. Además, he aprendido de mi jefe. He aprendido respeto, honradez y tolerancia, y, por supuesto, a tratar bien a los huéspedes para que quieran volver».
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