El amarillo reluciente del desarrollo Princesa de Peñasco ubicado en Puerto Peñasco ha sido un elemento inconfundible en el area de Sandy Beach durante más de dos decadas.
Ana María Rodríguez García, de Casago, irradia la misma alegría al relatar su trayectoria como camarista en la empresa desde sus inicios. Como el personal de Princesa de Peñasco se complace en señalar, Ana María es “la auténtica OG”, o sea la mera mera.
“Bienvenida a mi casa”, sonrió Ana María al abrir la puerta de uno de sus condominios favoritos. El condominio de una habitación se encuentra en un punto céntrico en Princesa y le ofrece una vista panorámica del espacioso complejo que conoce como la palma de su mano.
“No es realmente mi casa, pero la cuido como si fuera mía”, explicó. “Soy los ojos de los dueños y la conozco al detalle; sé exactamente cómo debe verse para los huéspedes y para los dueños, y yo sé lo que les gusta y lo que no”.
“Será porque soy muy sentimental, pero yo empece aquí y aquí me voy a quedar”, continuó. “Así que, aunque no es mi casa, paso más tiempo aquí que en la mía, y lo he hecho durante casi 25 años. Princesa siempre será mi hogar, aunque Casago me ha preguntado repetidamente si quería ir a otros complejos”.
Al entrevistar a Ana María, me enteré de que había seleccionado específicamente este condominio para nuestra plática. Inicialmente reticente a ser entrevistada, había expresado su preferencia por reunirnos en uno de los condominios que cuida, en su “propia zona, su zona de confort”.
La Primera Camarista de Casago
Ana María, quien acaba de cumplir 61 años y enviudó hace 6, es madre de tres hijos adultos, todos residentes de Puerto Peñasco. Se siente inmensamente orgullosa de ser conocida como la primera camarista de Casago.
Actualmente, su placa identificativa de Casago la acredita como “Camarista Independiente” y, tras más de dos décadas, se mantiene tremendamente dedicada y fiel a la empresa.
Ana María ha presenciado la constante transformación de la empresa. No duda en comentar cómo observaba a Steve (Schwab) tocar puertas en sus inicios, viendo su firme propósito de cultivar relaciones con los dueños.
Esta tenacidad y dedicación, afirmó Ana María, se refleja en su firme determinación. “Todos los días vengo al 100%, y un poco más, y a conocer gente”.
De la Oportunidad al Legado
Ana María Rodríguez García llegó a Puerto Peñasco desde Culiacán hace más de cuatro décadas en busca de nuevas oportunidades. Llegó con su hija de seis meses, la mayor de sus tres hijos.
Pasó el tiempo y Ana María finalmente conoció a Xóchitl, una mujer a la que veía cuando ambas llevaban a sus hijos al kínder. “Sabía que Xóchitl limpiaba casas y un día le dije si no ocupaba ayudante, que yo estaba disponible”, detalló.
“Como un mes después”, recordó Ana María, “me llamó y me preguntó si quería ayudarle. Le dijé, si, como no. Pero déjame decirte, ¡el primer día que fui a limpiar a Las Conchas terminé con calentura! No estaba acostumbrada a trabajar tan cerca del mar, con la brisa del mar, a trabajar tanto este día; no es lo mismo trabajar todo el día así que en tu casa.”
Cuando Ana María se unió al equipo de Xochitl, ambas trabajaban para una Americana, Cyndi’s Beach Rentals, que en ese entonces solo administraba casas.
“Un día ibamos a Playa Encanto”, describió mientras miraba por la ventana con nostalgia, “otro día Miramar y otro día el Mirador. Trabajábamos por todo Puerto Peñasco, brincando así. Trabajé así durante unos 3 años… quizá 5, pero ya no era asistente. Cyndi me ofreció casas, y fue entonces cuando empecé en Princesa. Había dos condominios aquí que limpiabamos”.
El Primer Equipo
Como un tesoro de la historia de Casago, Ana María describió cómo, cuando murió el esposo de Cyndi y Cyndi ya no quiso continuar con el negocio, decidió venderlo. “La conocía bien; de ella yo tengo recuerdos buenos y de su esposo también”, dijo Ana María con cariño.
“Un día”, explicó Ana María, “Cyndi nos llamó a la oficina y miramos a un americano que no hablaba nada de español. Nos lo presentó, nos saludamos, y nos dijo que se llamaba Steve y que posiblemente comprara la cartera de casas. ‘Quiero que vayan a enseñarle las casas’, nos dijo, así que nos fuimos”.
“Recuerdo en este tiempo Steve tenía un pick-up, una Dakota roja. Recuerdo el primer día que fuimos, en la gasolinera nos compró una soda y unas sabritas y agarramos camino. Empezamos a mostrarle las casas, y así, brincando brincando… y siempre se quedó con las casas”.
“En ese entonces solo estába la camarista Xóchitl, estaba yo, y un señor de mantenimiento, Isaías… que siguió trabajando hasta que falleció”, detalló.
“Su foto (de Isaías) está en la pared de la oficina principal de Casago”, se interrumpió Ana María, refiriéndose a un collage de retratos del personal que adornan los pasillos de la oficina principal en la ciudad. “Ahí está mi foto, la foto de mis hijas, juntas, esta la de Xochitl —ella ya dejó de trabajar por razones de salud— y la hija de Xochitl”.
“Cuando Cyndi nos liquidó, Steve nos volvió a dar trabajo”, explicó. “Nos volvió a contratar; fuimos el primer grupo. Soy una de las mayores; fui su primera camarista”.
Viendo el crecimiento de Casago
Ana María ha sido testigo directo del crecimiento de Casago en Puerto Peñasco. Gran parte de esta perspectiva ha provenido del entorno cálido y familiar de los condominios de Princesa de Peñasco.
Después de ese primer recorrido por la ciudad en el Dakota rojo de Steve, Ana María recuerda haber visto al emprendedor entusiasta convertirse en uno de los líderes empresariales más conocidos de la ciudad. “Era más joven y venía con ganas de salir adelante, de hacer su empresa,” relató. “Y si, empezó a agarrar más y más casas y se acercaba con los dueños para convencerlos”.
“Iba condominio por condominio, ofreciendo sus servicios… y así así empezó y así así, hasta que agarró Princesa. Teníamos muchos condominios, luego empezó a agarrar en otros complejos, pero aquí era la casa, en Prinicesar”, detalló.
“Para los que llevamos aquí más tiempo, este sigue siendo como nuestro casa, y la oficina principal estaba aquí; de aquí practicamente salimos todos o empezamos”.
Desde aquellos dos primeros condominios en Princesa de Peñasco, cuando otra empresa “no me dejaba meter mi carro, me quedaba afuera, y bajaba con mis artículos”, hasta llegar a ser responsable de más de 20 condominios, Ana María siente un gran cariño por su puesto.
Este aprecio se extiende a los sentimientos de Ana María por la propia empresa. Reconociendo que ha tenido años difíciles, incluyendo durante la pandemia y en otros momentos, se emociona, “Si hay algo que siento por mi compañía, es pura gratitud. Estoy muy agradecida, muy agradecida; han seguido trabajando y seguimos adelante”.
Fomentando una relación con propietarios y huéspedes
Ana María siente un cariño especial por su trabajo, los condominios, los dueños y los huéspedes. Sabe con precisión qué esperan los propietarios cuando llegan a su casa junto a la playa. En los días más tranquilos, se siente cómoda revisando cada condominio, incluso después de que el supervisor haya pasado, para “asegurar de que todo esté en orden, ya que sé cómo dejo las cosas”.
Es muy consciente de cómo presencia la alegría, las celebraciones e incluso la tristeza de los huéspedes. Recuerda las muchas bodas en la playa que ha visto, o “cuando vienen a decorar los condominios con globos u otras cosas… He vivido muchas cosas aquí. Hay más historias buenas que malas”.
Entre las historias que destacan, Ana María recordó haber prestado servicio en un condominio donde una pareja mayor se preparaba para su boda. “La mujer tenía colgada su vestido de novia y ya que me presenté, me invitó”, recordó. “Qué bonito vestido”, le dije, y ella dijo: ‘¿Sabes qué? ¡Me voy a casar, es mi primera vez!’ No soy una persona joven pero quería venir y casarme aquí en la playa”.
La Familia de Casago
Casi al final de nuestra entrevista, Ana María mencionó con admiración la relación con sus compañeras de limpieza y el personal.
“Aquí, las camaristas, somos un equipo”, comenzó. “No somos compañeras, somos familia. La familia no es de sangre, sino del corazón, porque tenemos muchos años aquí. Hemos tenido días malos, pero estamos aquí para apoyarnos; somos una familia”.
Hablando de familia, añadió que su hijo adulto ha sido su asistente durante más de 12 años. Él lo hace todo, “lo que no hace es tender cama”, dijo riendo, “pero hace todo lo demás y trabajamos bien juntos”.
Tras sus gafas de montura, su elegante redecilla, su uniforme impecable y su placa de Casago, después de más de 20 años, Ana María sigue inspirándose en su entorno.
“Veo que la gente está tan contenta que me inspira, es contagioso”, describió. “Me encanta hablar con la gente, hacerles preguntas o que me pregunten; casi siempre saco una conversación”.
“Muchos huéspedes que vienen año tras año, a veces me dicen: ‘¡Guau, todavía sigues aquí!’”.
“Sí, todavía,” comentó con orgullo, “sigo aquí y ojala sigamos aquí. He mostrado que soy una mujer productiva, con muchas ganas de trabajar. Si puedo, yo vengo todos los días.”
Mientras me acompañaba desde su condominio favorito en Princesa hasta el ascensor después de nuestro tiempo juntas, Ana María, la camarista más longeva de Casago, concluyó con una última reflexión justo cuando las puertas empezaban a abrirse: “Me gusta mi trabajo, me gusta conocer gente. Steve vino a cambiar la vida de tantas personas”.
[…] (Relato en español) […]